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lunes, 8 de diciembre de 2014

LA NOVELA REALISTA 2/2

   4.3- FORTUNATA Y JACINTA



                     4.3.1- Resume su argumento: para ello céntrate en las relaciones entre Fortunata, Jacinta, Juan Santa Cruz y Maximiliano Rubí.

Juanito Santa Cruz, hijo de una familia de comerciantes bastante adinerados, decide ir  a visitar a Don Plácido Estupiñá, un comerciante amigo de su familia con el motivo de que estaba enfermo. Pero Juanito se encuentra con una chica llamada Fortunata de la que se enamora y le pide una fuga, la cual acepta debido al pobre trato que le daba su tía. Más Juanito tuvo que abandonar a Fortunata poco después de tener un hijo con ella, debido a que tenía tratos matrimoniales con Jacinta, hija del comerciante Don Gumersindo Arnaiz. Tras abandonar a Fortunata y mientras el viaje de boda con Jacinta, Juanito le cuenta a esta, las aventuras que tuvo con Fortunata.

Pasan los años y Jacinta se veía amargada debido a los problemas con Juanito y la ausencia de hijos en su relación, pero Jacinta se percata de la estancia de un bebé, el cual, a dicho de los demás, era el hijo que Juanito tuvo con Fortunata, pero Juanito le cuenta la verdad de que el hijo que tuvo con ella murió antes de llegar a cumplir un año de edad.

Mientras todo esto, Fortunata se sirve de la prostitución para sobrevivir, hasta que conoce a Maximiliano Rubí, el cual decide ayudarla a reformarse enviándola a una institución. Más tarde ambos se casan.

Pero la relación entre Fortunata y Maximiliano no es buena, dado que ella decide irse con Juanito en dos ocasiones, en la primera, Juanito se harta de ella pero es defendida por Feijoó el cual la recomienda volver con Maximiliano y replantearse sus acciones. Maximiliano acepta la propuesta, pero debido a sus celos y su tristeza al ver que Fortunata no le quiere, enloquece y la asusta por lo que vuelve con Juanito y queda embarazada.

Dolida por el parto, Fortunata se entera de las relaciones de Juanito con otra mujer y dejándose llevar por los celos y la rabia, se levanta de su reposo en busca de la amante, pero una hemorragia la detiene acabando con su vida. Antes de morir esta le cedió su hijo a Don Plácido, el cual se lo entrega a Jacinta junto con una carta conmemorativa, Jacinta, al enterarse de lo que Juanito había causado a Fortunata, le rechaza.

Finalmente el regente de la farmacia, Segismundo Ballester, que estaba enamorado de Fortunata, paga su entierro y la lápida de esta.

                      4.3.2- Personajes:

                    - Fortunata:

 - ¿Cuál es su origen social?.Fortunata es una mujer de pueblo llano, por lo que no tendría mucho dinero, no tuvo una buena educación y su familia no tenía mucho dinero.
-¿Cómo es su relación con Santa Cruz,? ¿Está enamorada de él?.

Santa Cruz la logra seducir multitud de veces, pero en todas ellas la acaba abandonando de alguna manera. Fortunata está enamorada de lo que le proporciona Santa Cruz y es que esta buscaba cumplir su deseo con él, el placer sexual. Ella se considera su esposa real porque piensa que la verdadera mujer es la que le puede dar hijos a pesar de que socialmente la esposa es Jacinta.
               - ¿Qué es para ella el amor?.

A Fortunata no le gusta que los ''señoritos'' de los que habla Maxi se diviertan a su costa, ella quiere ser una mujer amada y honrada pero no con el hombre que se le presenta (Maxi), ella cree que el amor está por encima de todo, sin importar lo que diga la sociedad, para ella el amor lo justifica todo.

 -¿Qué envidia de Jacinta?.
Lo que más le da envidia es su relación con Santa Cruz, pero desde que Fortunata tiene una visión lo suficientemente clara sobre Jacinta, esta se queda fascinada con algunas de sus cualidades que le hubieran gustado tener, como por ejemplo: el señorío, la distinción, la bondad, la honradez y la dulzura. Esto hace que Fortunata sienta un sentimiento de amor odio hacia Jacinta, debido a la competencia que la opone y a sus cualidades, que a su parecer, son positivas. Y que por ello intente conseguir que su relación con Maximiliano sea fructífera, dado que eso la hará honrada.


-¿Cuál es su conflicto interior en su relación con Maximiliano Rubí (en el minuto 38 del siguiente episodio que RTVE hizo de una serie basada en la novela, hallarás la respuesta:FORTUNATA Y JACINTA SERIE

 Fortunata no ama realmente a Maximiliano, dado que le toma por una persona enferma y débil además de que no la complace en su deseo sexual, es por esto que Fortunata tiene un conflicto de decisiones dado que ella desea estar con Santa Cruz, pero para ser honrada debe estar casada con Maximiliano.
                 
   - Jacinta:

-¿ Cuál es su origen social, qué colectivo social representa?.

Es una mujer procedente de la clase media de la época y que, al casarse con Santa Cruz pasa a ser de la clase alta, pertenece al colectivo de las mujeres, es religiosa, algo seria, de un carácter bastante débil en comparación con Fortunata, tuvo una educación escasa como las demás mujeres de su clase en esa época y es estéril, lo que hace que no pueda tener hijos.

-¿ Cómo es su relación con Santa Cruz?.


Es una relación inestable, dado que a pesar de estar casados de manera legal y de ser vistos como esposos por la sociedad, Santa Cruz y ella son primos, ademas de que este la engaña con otras mujeres en repetidas ocasiones y con Fortunata principalmente, ademas de que como no puede tener hijos se ve afectada y por lo tanto influye en la relación.

-¿Cuál es su gran obsesión?.

Es estéril lo que hace que se obsesione por tener hijos, pero es un deseo que no cumple hasta que Fortunata le cede a su hijo antes de morir.


-¿Qué siente hacia Fortunata?.

           Al igual que Fortunata, esta siente envidia por las cualidades de la contraria y a pesar de establecerse entre ellas una rivalidad, se van transmitiendo las cualidades la una a la otra hasta que al final ambas consiguen lo que aspiraban, Jacinta llega a ser madre y Fortunata consigue, con un gesto de generosidad convertirse en una persona humilde y bondadosa como Jacinta.
                
   - Juan Santa Cruz:

 -¿Qué grupo social representa?.

Representa la alta burguesía de la época, este pertenecía a una familia de adinerados comerciantes, lo que le daba el dinero y el poder para controlar las cosas.
 - ¿Cómo es su carácter?.

Nació y se crió como un niño mimado al que siempre se lo dieron todo hecho y no le educaron con correción, por lo tanto es algo hipócrita, como la gente de su clase social de la época es bastante superficial. Lo que más le gusta, es seducir a las mujeres sin importar su condición, por lo que deducimos que es un hombre al que no le importa realmente lo que le pase a los demás con tal de que él se sienta satisfecho. Normalmente se sirve de sus bienes como el dinero para conseguir lo que quiere.

 - ¿Cómo es su relación con Jacinta?.


Su relación como ya he dicho anteriormente es inestable, dado que Santa Cruz a pesar de estar casado con ella, son primos y  la abandona o engaña con otras mujeres, especialmente con Fortunata. Es una relación progresiva que acaba en el rechazo e independencia de Jacinta sobre él.

 -¿Cómo es su relación con Fortunata? ¿Qué simbolismo social tiene esta relación (recuerda a qué grupos sociales pertenecen)?.


Es otra relación inestable al igual que la que tiene con Jacinta, en este caso se trata de una seducción constante por parte de Santa Cruz hacia Fortunata, en la que la persigue siempre y en la que ella siempre pica, él la abandona numerosas veces  por otras mujeres e incluso la deja embarazada y se aleja de ella  pero vuelve de nuevo cuando le interesa y mediante sus juegos seductores la atrae de nuevo. Es una relación en la que solo existe un interés físico y que por lo tanto no puede funcionar. La primera vez que se vieron fue en una parte pobre de la ciudad y de unas maneras poco educadas para en lo que respecta a la burguesía alta, pero eso es lo que a Juan le excita, el probar lo desconocido.

                          
                      - Maximiliano Rubí:

   - Lee la presentación que Galdós hace de él antes de conocer a Fortunata y contesta a las siguientes preguntas:

- ¿Es inteligente? 

Es una persona a la que normalmente toman el pelo y la manejan como quieren, además de que los estudios no son su mayor virtud, por lo que se podría decir que su inteligencia no es amplia. Pero a medida que se desarrolla la historia nos daremos cuenta de que habla sobre cosas muy coherentes y ciertas.

- ¿Estudia Farmacia por vocación?

La Farmacia no es algo que le guste ni mucho menos pero lo hace, porque su madre y su hermano lo guiaron hacia ello, además de que lo hace bastante mal y tiene malas temporadas de estudios.

-¿Qué hace su tía para que apruebe?

Su tía le ayuda a estudiar los temas, le anima cuando se encuentra desmotivado y cuando tiene algún examen que le cueste o fuese apurado para estudiarlo, ella va a hablar con sus profesores para que lo aprueben aunque sea con mala nota.

-¿Cómo es físicamente? 

Es de cuerpo pequeño y de constitución débil, su cabeza es chata, su pelo es lacio y algo ralo.  Su nariz tiene un hueso algo hundido, lo que le provoca algo de obstrucción nasal. Su dentadura es bastante mal formada dado que tiene los dientes y las muelas colocados en lugares diferentes a los correspondientes lo que le da bastante dolor de muelas. Tiene una piel fina, lustrosa, con un cutis de niño y clorótica. Tiene también corizas y las empalma, lo que hace que tenga la pituitaria que echa fuego.

-¿Por qué miraba a los soldados desde su casa?

Le comenzó a traer curiosidad lo que hacían y el futuro que hubiera podido tener haciendo esa carrera, es más se imaginaba y soñaba con él mismo como un soldado y se veía mucho más correcto físicamente, además le fascinaba la franja azul del pantalón, la espada, el ros y la levita con las hojas de roble bordadas en el cuello. También, cuando eran los entrenamientos de los sábados seguía a los soldados para ver su preparación y la fascinación que le provocaba tal acto le duraba unos días.

 -¿Qué imaginaba cuando andaba solo por la calle?

Solía tener imaginaciones en las que él se veía retratado como una persona muy diferente tanto física como psicológiamente, este se veía persiguiendo aventuras y haciendo hazañas, lo que hacía que pareciera realmente un loco o un enfermo.

-¿En qué categorías encuadraba a las mujeres? ¿Cómo era su relación con ellas?

Al principio no le atraían demasiado, pero poco a poco pudo ir diferenciando entre las que eran guapas y las que no, por lo que comenzó a hacer seguimiento de algunas que le gustaban y cuando se cansaba de ellas las dejaba por otras, más tarde llegó a reconocer a las que tenían o no honradez y muchas de las mujeres con las que antes se llevaba bien o le parecían buenas ahora las repugnaba.

Juan Pablo, que siempre se había equivocado en lo referente a sí mismo y andaba por caminos torcidos, acertó al disponer que su hermano pequeño siguiese la carrera de Farmacia. Muchas personas que no hacen más que disparates, poseen esta perspicacia del consejo y de la dirección de los demás, y no dando pie con bola en los destinos propios, ven claro en los del prójimo. En tal decisión tuvo además bastante parte un grande amigo del difunto Nicolás Rubín y de toda la familia (el farmacéutico Samaniego, dueño de la acreditada botica de la calle del Ave María), prometiendo tomar bajo sus auspicios a Maximiliano, llevársele de mancebo o practicante con la mira de que, andando el tiempo, se quedase al frente del establecimiento.

Empezó Maximiliano sus estudios el 69, y su hermano y su tía le ponderaban lo bonita que era la Farmacia y lo mucho que con ella se ganaba, por ser muy caros los medicamentos y muy baratas las primeras materias: agua del pozo, ceniza del fogón, tierra de los tiestos, etcétera... El pobre chico, que era muy dócil, con todo se mostraba conforme. Lo que es entusiasmo, hablando en plata, no lo tenía por esta carrera ni por otra alguna; no se había  despertado en él ningún afán grande ni esa curiosidad sedienta de que sale la sabiduría. Era tan endeble que la mayor parte del año estaba enfermo, y su entendimiento no veía nunca claro en los senos de la ciencia, ni se apoderaba de una idea sino después de echarle muchas lazadas como si la amarrara. Usaba de su escasa memoria como de un ave de cetrería para cazar las ideas; pero el halcón se le marchaba a lo mejor, dejándole con la boca abierta y mirando al cielo.

Fueron penosísimos los primeros pasos en la carrera. La pereza y la debilidad le retenían en el lecho por las mañanas más tiempo del regular, y la pobre doña Lupe pasaba la pena negra para sacarle de las sábanas. Levantábase ella muy temprano, y se ponía a dar golpes con el almirez junto a la misma cabeza del durmiente, que las más de las veces no se daba por entendido de tal estruendo. Luego le hacía cosquillas, acostaba al gato con él, le retiraba las sábanas con la debida precaución para que no se enfriase. El sueño se cebaba de tal modo en aquel cuerpo, por las exigencias de la reparación orgánica, que el despertar del estudiante era obra de romanos y una de las cosas en que más energía y constancia desplegaba doña Lupe.

El muchacho estudiaba y quería cumplir con su deber; pero no podía ir más allá de sus   alcances. Doña Lupe le ayudaba a estudiar las lecciones, animábale en sus desfallecimientos, y cuando le veía apurado y temeroso por la proximidad de los exámenes, se ponía la mantilla y se iba a hablar con los profesores. Tales cosas les decía, que el chico pasaba, aunque con malas notas. Como no estuviese enfermo, asistía puntualmente a clase, y era de los que traían mayor trajín de notas, apuntes y cuadernos. Entraba en el aula cargado con aquel fardo, y no perdía sílaba de lo que el profesor decía.

Era de cuerpo pequeño y no bien conformado, tan endeble que parecía que se lo iba a llevar el viento, la cabeza chata, el pelo lacio y ralo. Cuando estaban juntos él y su hermano Nicolás, a cualquiera que les viese se le ocurriría proponer al segundo que otorgase al primero los pelos que le sobraban. Nicolás se había llevado todo el cabello de la familia, y por esta usurpación pilosa, la cabeza de Maximiliano anunciaba que tendría calva antes de los treinta años. Su piel era lustrosa, fina, cutis de niño con transparencias de mujer desmedrada y clorótica. Tenía el hueso de la nariz hundido y chafado, como si fuera de sustancia blanda y hubiese recibido un golpe, resultando de esto no sólo fealdad sino obstrucciones de respiración nasal, que eran sin duda la causa de que tuviera siempre la boca abierta. Su dentadura había salido con tanta desigualdad que cada  pieza estaba, como si dijéramos, donde le daba la gana. Y menos mal si aquellos condenados huesos no le molestaran nunca; ¡pero si tenía el pobrecito cada dolor de muelas que le hacía poner el grito más allá del Cielo! Padecía también de corizas y las empalmaba, de modo que resultaba un coriza crónico, con la pituitaria echando fuego y destilando sin cesar. Como ya iba aprendiendo el oficio, se administraba el yoduro de potasio en todas las formas posibles, y andaba siempre con un canuto en la boca aspirando brea, demonios o no sé qué.

Dígase lo que se quiera, Rubín no tenía ilusión ninguna con la Farmacia. Mas no estaba vacía de aspiraciones altas el alma de aquel joven, tan desfavorecido por la Naturaleza que física y moralmente parecía hecho de sobras. A los dos o tres años de carrera, aquel molusco empezó a sentir vibraciones de hombre, y aquel ciego de nacimiento empezó a entrever las fases grandes y gloriosas del astro de la vida. Vivía doña Lupe en aquella parte del barrio de Salamanca que llamaban Pajaritos. Maximiliano veía desde la ventana de su tercer piso a los alumnos de Estado Mayor, cuando la Escuela estaba en el 40 antiguo de la calle de Serrano; y no hay idea de la admiración que le causaban aquellos jóvenes, ni del arrobamiento que le producía la franja azul en el pantalón, el ros, la levita con las hojas de roble bordadas en el  cuello, y la espada... ¡tan chicos algunos y ya con espada! Algunas noches, Maximiliano soñaba que tenía su tizona, bigote y uniforme, y hablaba dormido. Despierto deliraba también, figurándose haber crecido una cuarta, tener las piernas derechas y el cuerpo no tan caído para adelante, imaginándose que se le arreglaba la nariz, que le brotaba el pelo y que se le ponía un empaque marcial como el del más pintado. ¡Qué suerte tan negra! Si él no fuera tan desgarbado de cuerpo y le hubieran puesto a estudiar aquella carrera, ¡cuánto se habría aplicado! Seguramente, a fuerza de sobar los libros, le habría salido el talento, como se saca lumbre a la madera frotándola mucho.

Los sábados por la tarde, cuando los alumnos iban al ejercicio con su fusil al hombro, Maximiliano se iba tras ellos para verles maniobrar, y la fascinación de este espectáculo durábale hasta el lunes. En la clase misma, que por la placidez del local y la monotonía de la lección convidaba a la somnolencia, se ponía a jugar con la fantasía y a provocar y encender la ilusión. El resultado era un completo éxtasis, y al través de la explicación sobre las propiedades terapéuticas de las tinturas madres, veía a los alumnos militares en su estudio táctico de campo, como se puede ver un paisaje al través de una vidriera de colores.

Los chicos de la clase de Botánica se entretenían  en ponerse motes semejantes a las nomenclaturas de Linneo. A un tal Anacleto que se las tiraba de muy fino y muy señorito, le llamaban Anacletus obsequiosissimus; a Encinas, que era de muy corta estatura, le llamabanQuercus gigantea. Olmedo era muy abandonado y le caía admirablemente el Ulmus sylvestris. Narciso Puerta era feo, sucio y mal oliente. Pusiéronle Pseudo-Narcissus odoripherus. A otro que era muy pobre y gozaba de un empleíto, le pusieron Christophorus oficinalis y por último, a Maximiliano Rubín, que era feísimo, desmañado y de muy cortos alcances, se le llamó durante toda la carrera Rubinius vulgaris.

Al entrar el año de 1874, tenía Maximiliano veinticinco y no representaba aún más de veinte. Carecía de bigote, pero no de granos que le salían en diferentes puntos de la cara. A los veintitrés años tuvo una fiebre nerviosa que puso en peligro su vida; pero cuando salió de ella parecía un poco más fuerte; ya no era su respiración tan fatigosa ni sus corizas tan tenaces, y hasta los condenados raigones de sus muelas parecían más civilizados. No usaba ya el ioduro tan a pasto ni el canuto de brea, y sólo las jaquecas persistían, como esos amigos machacones cuya visita periódica causa espanto. Juan Pablo estaba entonces en el Cuartel Real, y doña Lupe dejaba a Maximiliano en libertad, porque le creía inaccesible a los vicios por razón de su pobreza física, de su natural apático y de la timidez que era el resultado de aquellas desventajas. Y además de libertad, dábale su tía algún dinero para sus placeres de mozo, segura de que no había de gastarlo sino con mucho pulso. Inclinábase el chico a economizar, y tenía una hucha de barro en la cual iba metiendo las monedas de plata y algún centén de oro que le daban sus hermanos cuando venían a Madrid. En la ropa era muy mirado, y gustaba de hacerse trajes baratos y de moda, que cuidaba como a las niñas de sus ojos. De esto le sobrevino alguna presunción, y gracias a ella su figura no parecía tan mala como era realmente. Tenía su buena capa de embozos colorados; por la noche se liaba en ella, metíase en el tranvía y se iba a dar una vuelta hasta las once, rara vez hasta las doce. Por aquel tiempo se mudó doña Lupe a Chamberí, buscando siempre casas baratas, y Maximiliano fue perdiendo poco a poco la ilusión de los alumnos de Estado Mayor.

Su timidez, lejos de disminuir con los años, parecía que aumentaba. Creía que todos se burlaban de él considerándole insignificante y para poco. Exageraba sin duda su inferioridad, y su desaliento le hacía huir del trato social. Cuando le era forzoso ir a alguna visita, la casa en que debía entrar imponíale miedo, aun vista por fuera, y estaba dando vueltas por la calle  antes de decidirse a penetrar en ella. Temía encontrar a alguien que le mirara con malicia, y pensaba lo que había de decir, aconteciendo las más de las veces que no decía nada. Ciertas personas le infundían un respeto que casi casi era pánico, y al verlas venir por la calle se pasaba a la otra acera. Estas personas no le habían hecho daño alguno; al contrario, eran amigos de su padre, o de doña Lupe o de Juan Pablo. Cuando iba al café con los amigos, estaba muy bien si no había más que dos o tres. En este caso hasta se le soltaba la lengua y se ponía a hablar sobre cualquier asunto. Pero como se reunieran seis u ocho personas, enmudecía, incapaz de tener una opinión sobre nada. Si se veía obligado a expresarse, o porque se queríanquedar con él o porque sin malicia le preguntaban algo, ya estaba mi hombre como la grana y tartamudeando.

Por esto le gustaba más, cuando el tiempo no era muy frío, vagar por las calles, embozadito en su pañosa, viendo escaparates y la gente que iba y venía, parándose en los corros en que cantaba un ciego, y mirando por las ventanas de los cafés. En estas excursiones podía muy bien emplear dos horas sin cansarse, y desde que se daba cuerda y cogía impulso, el cerebro se le iba calentando, calentando hasta llegar a una presión altísima en que el joven errante se figuraba estar persiguiendo aventuras y ser muy  otro de lo que era. La calle con su bullicio y la diversidad de cosas que en ella se ven, ofrecía gran incentivo a aquella imaginación, que al desarrollarse tarde, solía desplegar los bríos de que dan muestras algunos enfermos graves. Al principio no le llamaban la atención las mujeres que encontraba; pero al poco tiempo empezó a distinguir las guapas de las que no lo eran, y se iba en seguimiento de alguna, por puro éxtasis de aventura, hasta que encontraba otra mejor y la seguía también. Pronto supo distinguir declases, es decir, llegó a tener tan buen ojo, que conocía al instante las que eran honradas y las que no. Su amigo Ulmus sylvestris, que a veces le acompañaba, indújole a romper la reserva que su encogimiento le imponía, y Maximiliano conoció a algunas que había visto más de una vez y que le habían parecido muy guapetonas. Pero su alma permanecía serena en medio de sus tentativas viciosas: las mismas con quienes pasó ratos agradables le repugnaban después, y como las viera venir por la calle, les huía el bulto.

Agradábale más vagar solo que en compañía de Olmedo, porque este le distraía, y el goce de Maximiliano consistía en pensar e imaginar libremente y a sus anchas, figurándose realidades y volando sin tropiezo por los espacios de lo posible, aunque fuera improbable. Andar, andar y soñar al compás de las piernas, como si su alma repitiera una música cuyo ritmo marcaban los pasos, era lo que a él le deleitaba. Y como encontrara mujeres bonitas, solas, en parejas o en grupos, bien con toquilla a la cabeza o con manto, gozaba mucho en afirmarse a sí mismo que aquellas eran honradas, y en seguirlas hasta ver a dónde iban. «¡Una honrada! ¡Que me quiera una honrada!». Tal era su ilusión... Pero no había que pensar en tal cosa. Sólo de pensar que le dirigía la palabra a una honrada, le temblaban las carnes. ¡Si cuando iba a su casa y estaban en ella Rufinita Torquemada o la señora de Samaniego con su hija Olimpia, se metía en la cocina por no verse obligado a saludarlas...!

ArribaAbajo- III -

De esta manera aquel misántropo llegó a vivir más con la visión interna que con la externa. El que antes era como una ostra había venido a ser algo como un poeta. Vivía dos existencias, la del pan y la de las quimeras. Esta la hacía a veces tan espléndida y tal alta, que cuando caía de ella a la del pan, estaba todo molido y maltrecho. Tenía Maximiliano momentos en que se llegaba a convencer de que era otro, esto siempre de noche y en la soledad vagabunda de sus paseos. Bien era oficial de ejército y tenía una cuarta más de alto, nariz  aguileña, mucha fuerza muscular y una cabeza... una cabeza que no le dolía nunca; o bien un paisano pudiente y muy galán, que hablaba por los codos sin turbarse nunca, capaz de echarle una flor a la mujer más arisca, y que estaba en sociedad de mujeres como el pez en el agua. Pues como dije, se iba calentando de tal modo los sesos, que se lo llegaba a creer. Y si aquello le durara, sería tan loco como cualquiera de los que están en Leganés. La suerte suya era que aquello se pasaba, como pasaría una jaqueca; pero la alucinación recobraba su imperio durante el sueño, y allí eran los disparates y el teje maneje de unas aventuras generalmente muy tiernas, muy por lo fino, con abnegaciones, sacrificios, heroísmos y otros fenómenos sublimes del alma. Al despertar, en ese momento en que los juicios de la realidad se confunden con las imágenes mentirosas del sueño y hay en el cerebro un crepúsculo, una discusión vaga entre lo que es verdad y lo que no lo es, el engaño persistía un rato, y Maximiliano hacía por retenerlo, volviendo a cerrar los ojos y atrayendo las imágenes que se dispersaban. «Verdaderamente -decía él-, ¿por qué ha de ser una cosa más real que la otra? ¿Por qué no ha de ser sueño lo del día y vida efectiva lo de la noche? Es cuestión de nombres y de que diéramos en llamar dormir a lo que llamamosdespertar, y acostarse al levantarse... ¿Qué razón hay para que no diga yo ahora mientras me visto: 'Maximiliano, ahora te estás echando a dormir. Vas a pasar mala noche, con pesadilla y todo, o sea con clase de Materia farmacéutica animal...?'».
  
     A continuación tienes un enlace de la serie de RTVE dedicado a su presentación: FORTUNATA Y JACINTA SERIE  Después de ver el episodio, contesta a las siguientes preguntas:

 -¿Cómo cambia su personalidad tras conocer a Fortunata? Compárale al inicio del episodio (que se corresponde con el texto que has leído) con el del final cuando se enfrenta a su tía.


Podemos ver que comienza a preocuparse por su relación con Fortunata, y esta relación hace que sea más responsable, es por ello que se levanta temprano sin que le tengan que avisar, hace más caso de su tía, toma propias decisiones y comienza a guiarse por lo que le gusta y no por lo que le digan los demás, cree que nadie puede decirle lo que le debe de gustar o hacer. Es más hay un momento en el que refleja como deja atrás su niñez y da el paso a la madurez, ese momento es cuando rompe la hucha, eso es lo que significa esa escena, el paso de la niñez a la madurez.

 -¿Qué importancia tiene el amor en este cambio (fíjate en lo que dice del amor en la conversación que tiene en la cocina con la criada)?

Dice que el amor es ley de leyes y que el amor lo define todo, por lo que define a él como un mejor hombre, más responsable de sus actos y le da a conocer que lo que tiene que hacer es guiarse por lo que a él le gusta y hacer lo que a él le gusta.

-¿Le importa lo que la gente piense de su relación con Fortunata?

A él no le importa que la gente piense mal de su relación, dado que piensa que él puede y debe hacer lo que quiera si le gusta sin importar lo que digan los demás, si a él algo le gusta nadie le puede impedir que lo haga sin darle una explicación lógica o entendible a su parecer.


                      4.3.3- Temas:

                  - Conflictos personales: para Galdós el amor verdadero es la unión de lo físico y de lo espiritual, de manera que si falla alguno de los dos aspectos, el amor fracasa. Teniendo en cuenta esto: 

-¿Por qué crees que fracasan las tres relaciones de la novela (Fortunata-Juan; Fortuna-Maxi; Jacinta-Juan)? 

Fortunata-Juan: Hay una unión física y una atracción sexual, pero en cuanto a espíritu es una relación escasa, Juan abandona y engaña a Fortunata con otras mujeres.

Fortunata-Maxi: Hay una unión espiritual y un intento por el cambio de la educación y psicología para el bien, pero no hay atracción física por parte de Maxi hacia Fortunata. Ella aprecia lo que hace y quiere ser honesta pero el físico que presencia no le atrae.

Jacinta-Juan: Hay una unión espiritual entre ambos, están casados legítimamente pero la atracción física se ve retenida, además de que Juan engaña a Jacinta repetidas veces. 

-¿Por qué Fortunata no puede amar a Maximiliano aunque éste la trata muy bien? (A partir del minuto 38 del episodio televisivo puedes a encontrar una respuesta).

Fortunata cree que Maxi es un hombre muy bueno pero que una relación en la que el hombre es más débil que la mujer no puede funcionar, es decir ella quiere ganar la honestidad que se le da en el matrimonio, pero no ama a Maxi ni por su físico ni por su carácter débil, si no que se ve atraída por Santa Cruz el cual le concede sus deseos sexuales y al que ama.

-¿Por qué Fortunata se considera la verdadera mujer de Santa Cruz aunque no estén casados? 
Jacinta es la mujer de Juan desde el punto de vista social pero Fortunata se considera su verdadera mujer porque es con ella con la que tuvo hijos y se casó en algún momento, además de que ella le ama.

-¿Qué es el amor para Galdós? En el minuto 35 del episodio de televisión puedes encontrar la respuesta a esta última pregunta.

El amor es una ley que gobierna el mundo, que dirige al hombre y lo define como uno diferente, más responsable, más amable, más seguro... El amor es algo que lleva a hacernos tomar decisiones sin importar lo que digan u opinen los demás y si quieren demostrar lo contrario nos deben dar una explicación sólida y buena. El amor es la unión entre la atracción física y espiritual entre dos personas, un vínculo que no puede funcionar si la existencia de uno o del otro.
                     
                 - Conflictos sociales:

-¿Qué periodo de la historia de España se desarrolla la historia?



El periodo en el que se desarrolla la historia es a finales del sigo XIX, durante el periodo de la Restauración española.

 -¿Qué opina Galdós de la sociedad española de la época, a qué grupos sociales critica más?

Galdós está atento a todas los grupos sociales y no se centra ni en uno ni en otro diferenciando entre buenos y malos si no que critica a todos como personas que tienen sus virtudes y defectos , a pesar de esto, la clase que más destaca es la clase media de la época, de la cual opinaba que tenía el control para cambiar las injusticias de la sociedad.


-¿Cuál es el papel de la mujer en esa sociedad?

El papel de la mujer en la sociedad es tener hijos, cuidar de ellos y de la casa, además de atender a las necesidades del hombre.

-¿Qué simbolismo social tiene el hecho de que Fortunata le dé a Santa Cruz el hijo que no le puede dar Jacinta, qué crees que simboliza ese niño?.


Cuando Fortunata le da el hijo a Juan que Jacinta no puede darle, representa que la verdadera mujer de Santa Cruz es Fortunata, puesto que en la sociedad de la época el papel de la mujer que era más importante es el tener hijos y eso era algo que Jacinta no podía cumplir.

-En la escena que tiene Maximiliano con la criada (minuto 34),  expresa su opinión sobre los señoritos que como Santa Cruz se aprovechan de las mujeres pobres, ¿qué opina de ellos?


Cree que tienen la culpa de que las mujeres se guíen por la seducción y los vicios, de que el amor no logre cumplirse como se debe y de que estas no puedan lograr a ser mujeres honestas.
  
 Luego en el minuto 40 habla de las causas que provocan que mujeres como Fortunata se prostituyan, ¿cuáles son?

Las causas que provocan que las mujeres como Fortunata se prostituyan son la pobreza y la necesidad de sobrevivir, incluyendo de vez en cuando los vicios.



-Efectivamente Maximiliano trata a Fortunata como nadie lo ha hecho y menos Santa Cruz (fíjate en que se preocupa por enseñarla a leer). Por otro lado, en  la conversación con la criada, (minuto 34) Maximiliano se esfuerza en tomarle la lección y le explica la necesidad de aprender a leer (cosa que en una mujer era muy moderno para la la época). Por tanto, a través del personaje de Maximiliano (típico representante de la escasa clase media de la España de la Restauración), Galdós nos habla de la importancia que debe tener este grupo social en la resolución de las injusticias sociales del país ¿Cuál crees que debe ser el papel de la clase media para ayudar a acabar con esas injusticias?
El pápel que debe tener la clase media es la educación de las mujeres para evitar que sean engañadas, para que puedan defenderse y saber cosas sobre el mundo que las rodea, para que no puedan abusar de ellas fácilmente, para que puedan conseguir un trabajo honrado y para que estas logren una mayor igualdad social con los hombres.
            

                      5- LEOPOLDO ALAS "CLARÍN": LA REGENTA

              5.1- VIDA E IDEOLOGÍA: escribe los datos biográficos más importantes y di cuál era su ideología política:

Clarín nació en Zamora en el año 1858, pero siempre estuvo muy apegado a Asturias de donde era procedente su familia y en donde se establece finalmente en el año 1833. La Revolución del 1868 le hizo darse cuenta de que su ideología  política era la republicana y durante sus años en Madrid donde estuvo estudiando, le permitieron tener acercamientos a un grupo krausista. Más tarde, en el 1875 tomó el seudónimo de ''Clarín'' y bajo ese nombre se convirtió en uno de los hombres más activos y representativos de la prensa democrática, más tarde se casó y seguidamente obtuvo la cátedra de economía y estadística de la ciudad de la Universidad de Zaragoza. Sus artículos satíricos y literarios tuvieron una buena fama, pero le causaron algunas enemistades. Cuando este llegó de nuevo a Asturias comenzó con la redacción de ''La Regenta'', la cual tuvo la publicación de su primer volumen en 1884 y fue su mejor y más representativa obra de toda su carrera.

A lo largo de sus obras Clarín las dedicó a la crítica de la sociedad de la época, centrándose en la hipocresía, la corrupción política, los convencionalismos, la explotación obrera, las injusticias, etc.

En sus últimos años Clarín fue arrastrando una enfermedad que le dejó muy exahusto, viajó a León por el motivo de las fiestas y allí revivió su infancia, al volver dejó dicho, que pasó unas verdaderamente felices horas allí y poco más tarde su sobrino le diagnosticó tuberculosis intestinal en último grado, una enfermedad que para los medios de la época era incurable, por lo que acabó falleciendo el 13 de Junio de 1901 a la edad de 49 años.

                     5.2- LA REGENTA: En el siguiente enlace tienes la versión que RTVE hizo de la novela. Son tres capítulos aunque con el último tendréis suficiente para haceros una idea de la novela:LA REGENTA SERIE


                     5.2.1- Resume su argumento: para ello céntrate en las relaciones entre Ana Ozores, Fermín de Pas, Álvaro Mesía y Víctor Quintanar.


La historia se desarrolla en la ciudad de Vetusta, que es una ciudad que ha sido basada en la ciudad de Oviedo. En esta ciudad es donde vive Ana Ozores, la protagonista de la obra que es la esposa del Regente, Don Victor Quintanar, que es de una edad bastante mayor que su esposa y de un comportamiento apacible. Ana es una mujer que está en desacuerdo con la sociedad tradicional y cerrada de la que se evade mediante la religión y para conseguirlo comienza a relacionarse con el sacerdote Fermín de Pas. Más tarde se fija en un hombre llamado Don Álvaro Mesía que intenta seducirla y al que califica como el gran amor de su vida, pero en la lucha por la posesión de Ana, Don Víctor muere en un duelo contra Don Álvaro y tras ello toda la población, incluído el sacerdote culpan a Ana del infortunio a la cual acaban despreciando.

                      5.2.2- Personajes:

                     - Ana Ozores (La Regenta): 

- ¿Cómo es su carácter, en qué se diferencia del resto de vetustenses?.

Es una mujer muy sensible, algo soñadora y posee una brillante imaginación gracias a la multitud de sus lecturas de cuando era niña, una cualidad que la impulsa principalmente hacia practicar la religión. A lo largo de la obra va expresando una diversidad de sentimientos como  la felicidad, la desdicha, de esposa modelo o fracasada y algunos más lo que la convierte en una persona que huye de la realidad. Cree que una vida sin la existencia del amor es triste y cuando le parece encontrarlo en Álvaro Mesía, cae en una profunda soledad que permanece en su vida.

-¿Por qué no es feliz en Vetusta y en su matrimonio?

Vetusta es una ciudad que detesta porque le transmite un ambiente hipócrita y frívolo y por ello no tiene amistades y se siente muy incomoda, cosa que intenta camuflar u olvidar mediante la religión. Su matrimonio no le gusta, dado que su marido es muy viejo, bastante más que ella y por ende no solo la relación es difícil si no que no la complace sexualmente.

-¿ Qué busca en su relación con el  Magistral?.

Busca el encuentro con lo místico para olvidarse del tedío que le hace sentir Vetusta y de su mala relación con su viejo marido, al final esta relación que empieza con la búsqueda de una distracción espiritual, camuflado por la religión, acaba en un rechazo por parte de Ana hacia Fermín al enterarse de que la intentaba seducir mediante el confesionario.

-¿ Y con Álvaro Mesía?.

Ella se ve seducida por Mesía y lo califica como el amor de su vida, pero a él no le interesa el matrimonio, tan solo el placer sexual al cual acaba cediendo, para él la relación con Ana es un trofeo, dado que es la mujer a la que todos querrían tener, Mesía es otra forma de olvidarse de Vetusta, de su población y de su relación con su marido, pero en vez de mediante lo místico, lo hace mediante el erotismo o amor físico.
                 
                      - Fermín de Pas (El Magistral)

- ¿Tiene auténtica vocación religiosa? Te puede ayudar el siguiente texto: léelo y contesta las preguntas: ¿Para qué utiliza su puesto en la Iglesia? ¿Qué significa que conocía una "Vetusta subterránea"? ¿Qué significaría para él convertirse en el confesor de la Regenta?.
Es un sacerdote porque su madre se lo impone porque es un trabajo que tiene futuro económico y social, es decir es un hombre sin vocación religiosa alguna y que ejerce su trabajo a la fuerza, algo que no le gusta porque le limita, pero que le da muchas ventajas. El utiliza el puesto de la iglesia para saber todo lo que pasa en la ciudad de Vetusta y a quien le pasa es decir, el sabe todo sobre todas las personas y aunque no se lo hubiesen contado lo sabría puesto que a mucha gente se le iba la boca o mismamente el relacionaba historias con otras y sacaba conclusiones, nuevos individuos en ellas, etc, lo que al final le conducía a saber crímenes y secretos que nadie se imaginaría, es por eso que habla de una Vetusta subterránea, la cual se basa en los secretos y emociones de la gente de la ciudad. 

En caso de ser confesor de la Regenta se le presentaría la oportunidad de poder saber sus secretos hasta el más mínimo detalle, además de poder tener una relación mucho más cercana con ella.

El Magistral conocía una especie de Vetusta subterránea: era la ciudad oculta de las conciencias. Conocía el interior de todas las casas importantes y de todas las almas que podían servirle para algo. Sagaz como ningún vetustense, clérigo o seglar, había sabido ir poco a poco atrayendo a su confesonario a los principales creyentes de la piadosa ciudad. Las damas de ciertas pretensiones habían llegado a considerar en el Magistral el único confesor de buen tono. Pero él escogía hijos e hijas de confesión. Tenía habilidad singular para desechar a los importunos sin desairarlos. Había llegado a confesar a quien quería y cuando quería. Su memoria para los pecados ajenos era portentosa.
Hasta de los morosos que tardaban seis meses o un año en acudir al tribunal de la penitencia, recordaba la vida y flaquezas. Relacionaba las confesiones de unos con las de otros, y poco a poco había ido haciendo el plano espiritual de Vetusta, de Vetusta la noble; desdeñaba a los plebeyos, si no eran ricos, poderosos, es decir, nobles a su manera. La Encimada era toda suya; la Colonia la iba conquistando poco a poco. Como los observatorios meteorológicos anuncian los ciclones, el Magistral hubiera podido anunciar muchas tempestades en Vetusta, dramas de familia, escándalos y aventuras de todo género. Sabía que la mujer devota, cuando no es muy discreta, al confesarse delata flaquezas de todos los suyos.
Así, el Magistral conocía los deslices, las manías, los vicios y hasta los crímenes a veces, de muchos señores vetustenses que no confesaban con él o no confesaban con nadie.
A más de un liberal de los que renegaban de la confesión auricular, hubiera podido decirle las veces que se había embriagado, el dinero que había perdido al juego, o si tenía las manos sucias o si maltrataba a su mujer, con otros secretos más íntimos. Muchas veces, en las casas donde era recibido como amigo de confianza, escuchaba en silencio las reyertas de familia, con los ojos discretamente clavados en el suelo; y mientras su gesto daba a entender que nada de aquello le importaba ni comprendía, acaso era el único que estaba en el secreto, el único que tenía el cabo de aquella madeja de discordia. En el fondo de su alma despreciaba a los vetustenses. «Era aquello un montón de basura». Pero muy buen abono, por lo mismo, él lo empleaba en su huerto; todo aquel cieno que revolvía, le daba hermosos y abundantes frutos.
La Regenta se le presentaba ahora como un tesoro descubierto en su propia heredad. Era suyo, bien suyo; ¿quién osaría disputárselo?



 -  Lee el siguiente fragmento que muestra a Fermín de Pas mirándose en el espejo mientras se lava y contesta a las  preguntas: ¿Por qué dice que miraba con tristeza sus músculos de acero? ¿Qué conflicto interior muestra este fragmento? ¿Por qué se siente en la necesidad de vestirse poniéndose cuanto antes la ropa de cura?.


Es un hombre con un cuerpo de un atleta pero que no puede utilizar para nada, lo ve como un desperdicio, dado que siendo sacerdote se ve condicionado en sus deseos,  busca ser más libre pero que se ve limitado por su profesión y eso no le gusta realmente porque no hace su trabajo por vocación, pero tiene que aguantarlo y para ello utiliza elementos para evitar sus tentaciones, como es su ropa de cura.

Con esto entra en el conflicto de o ser un sacerdote y conseguir algún día dinero y respeto social o sucumbir al poder de sus tentaciones y ser libre.

Y al pensar esto, mirándose al espejo, mientras se lavaba y peinaba, Pas sonreía con amargura mitigada por el dejo de optimismo que le quedaba de sus reflexiones de poco antes.
Estaba desnudo de medio cuerpo arriba. El cuello robusto parecía más fuerte ahora por la tensión a que le obligaba la violencia de la postura, al inclinarse sobre el lavabo de mármol blanco. Los brazos cubiertos de vello negro ensortijado, lo mismo que el pecho alto y fuerte, parecían de un atleta. El Magistral miraba con tristeza sus músculos de acero, de una fuerza inútil (...)
Mientras estaba lavándose, desnudo de la cintura arriba, don Fermín se acordaba de sus proezas en el juego de bolos, allá en la aldea, cuando aprovechaba vacaciones del seminario para ser medio salvaje corriendo por breñas y vericuetos; el mozo fuerte y velludo que tenía enfrente, en el espejo, le parecía un otro yo que se había perdido, que había quedado en los montes, desnudo, cubierto de pelo como el rey de Babilonia, pero libre, feliz.... Le asustaba tal espectáculo, le llevaba muy lejos de sus pensamientos de ahora, y se apresuró a vestirse. En cuanto se abrochó el alzacuello, el Magistral volvió a ser la imagen de la mansedumbre cristiana, fuerte, pero espiritual, humilde: seguía siendo esbelto, pero no formidable. Se parecía un poco a su querida torre de la catedral, también robusta, también proporcionada, esbelta y bizarra, mística; pero de piedra. Quedó satisfecho, con la conciencia de su cuerpo fuerte, oculto bajo el manteo epiceno y la sotana flotante y escultural.

-¿ Cómo es su relación con la Regenta: qué siente por ella? Fíjate en cómo reacciona cuando se entera de que ha sido infiel con Álvaro Masía: ¿Por qué piensa que la Regenta era su legítima mujer? ¿Qué significa " Cientos de papas, docenas de concilios, miles de pueblos, millones de piedras de catedrales y cruces y conventos... toda la historia, toda la civilización, un mundo de plomo, yacían sobre él, sobre sus brazos, sobre sus piernas, eran sus grilletes.... "?.

Su relación con la Regenta es de un amor espiritual, una manera que utiliza la Regenta para olvidarse de sus problemas y huir de la realidad, pero el Magistral se lo toma como una relación mucho más íntima, el siente un amor físico hacia ella, el cual no puede cumplir por sus ''grilletes'' los cuales le limitan a hacer todo dentro de unos esquemas y no como en su juventud. Cuando se da cuenta de que le ha sido infiel con Mesía este enfurece y siente las ganas de matarle, pero nuevamente su condicionamiento se lo impide, esto nos demuestra que le envidia, que él quiere lo que Mesía tiene, un amor físico con la Regenta.

El Magistral estaba pensando que el cristal helado que oprimía su frente parecía un cuchillo que le iba cercenando los sesos; y pensaba además que su madre al meterle por la cabeza una sotana le había hecho tan desgraciado, tan miserable, que él era en el mundo lo único digno de lástima. La idea vulgar, falsa y grosera de comparar al clérigo con el eunuco se le fue metiendo también por el cerebro con la humedad del cristal helado. «Sí, él era como un eunuco enamorado, un objeto digno de risa, una cosa repugnante de puro ridícula.... Su mujer, la Regenta, que era su mujer, su legítima mujer, no ante Dios, no ante los hombres, ante ellos dos, ante él sobre todo, ante su amor, ante su voluntad de hierro, ante todas las ternuras de su alma, la Regenta, su hermana del alma, su mujer, su esposa, su humilde esposa... le había engañado, le había deshonrado, como otra mujer cualquiera; y él, que tenía sed de sangre, ansias de apretar el cuello al infame, de ahogarle entre sus brazos, seguro de poder hacerlo, seguro de vencerle, de pisarle, de patearle, de reducirle a cachos, a polvo, a viento; él atado por los pies con un trapo ignominioso, como un presidiario, como una cabra, como un rocín libre en los prados, él, misérrimo cura, ludibrio de hombre disfrazado de anafrodita, él tenía que callar, morderse la lengua, las manos, el alma, todo lo suyo, nada del otro, nada del infame, del cobarde que le escupía en la cara porque él tenía las manos atadas.... ¿Quién le tenía sujeto? El mundo entero.... Veinte siglos de religión, millones de espíritus ciegos, perezosos, que no veían el absurdo porque no les dolía a ellos, que llamaban grandeza, abnegación, virtud a lo que era suplicio injusto, bárbaro, necio, y sobre todo cruel... cruel.... Cientos de papas, docenas de concilios, miles de pueblos, millones de piedras de catedrales y cruces y conventos... toda la historia, toda la civilización, un mundo de plomo, yacían sobre él, sobre sus brazos, sobre sus piernas, eran sus grilletes.... Ana que le había consagrado el alma, una fidelidad de un amor sobrehumano, le engañaba como a un marido idiota, carnal y grosero.... ¡Le dejaba para entregarse a un miserable lechuguino, a un fatuo, a un elegante de similor, a un hombre de yeso... a una estatua hueca!... Y ni siquiera lástima le podía tener el mundo, ni su madre que creía adorarle, podía darle consuelo, el consuelo de sus brazos y sus lágrimas.... Si él se estuviera muriendo, su madre estaría a sus pies mesándose el cabello, llorando desesperada; y para aquello, que era mucho peor que morirse, mucho peor que condenarse... su madre no tenía llanto, abrazos, desesperación, ni miradas siquiera... Él no podía hablar, ella no podía adivinar, no debía.... No había más que un deber supremo, el disimulo; silencio... ¡ni una queja, ni un movimiento! Quería correr, buscar a los traidores, matarlos... ¿sí? pues silencio... ni una mano había que mover, ni un pie fuera de casa.... Dentro de un rato sí, ¡a coro a coro! ¡Tal vez a decir misa... a recibir a Dios!». El Provisor sintió una carcajada de Lucifer dentro del cuerpo; sí, el diablo se le había reído en las entrañas... ¡y aquella risa profunda, que tenía raíces en el vientre, en el pecho, le sofocaba... y le asfixiaba!...

-¿Qué siente hacia Alvaro Mesía? Quizás te pueda ayudar el siguiente fragmento: el Magistral ve que su relación con la Regenta no va por buen camino y entonces desde la torre de la catedral observa que llega Álvaro Mesía: ¿Qué ve que tanto le molesta? ¿Puede competir con la Regenta de igual a igual con Álvaro Mesía?¿Por qué? ¿Por qué dice que el confesionario era como un cepo?
Siente una profunda envidia al ver que Mesía era amado por ella y que encima podía cumplir ese amor físico que él tanto deseaba. Se da cuenta de que a ella, él no le importa, que no le ama, ese es el significado que tiene el que la Regenta tire el regalo que le ha hecho, no le gusta  y lo que más le carcome a el Magistral es ni si quiera poder competir con Mesía, pues el se ve encerrado entre cuatro paredes por su obligación, debe estar atendiendo a las confesiones de los demás y no tiene un tiempo libre que le permita relacionarse más a fondo con la Regenta, eso es a lo que realmente se refiere con que el confesionario es como un cepo, es una traba que le impide acercarse más y más a la Regenta y eso le fastidia.

Si don Álvaro perdía la esperanza, el Magistral tampoco estaba satisfecho. Veía muy lejos el día de la victoria; la inercia de Ana le presentaba cada vez nuevos obstáculos con que él no había contado. Además, su amor propio estaba herido. Si alguna vez había ensayado interesar a su amiga descubriéndole, o por vía de ejemplo o por alarde de confianza, algo de la propia historia íntima, ella había escuchado distraída, como absorta en el egoísmo de sus penas y cuidados. Más había; aquella señora que hablaba de grandes sacrificios, que pretendía vivir consagrada a la felicidad ajena, se negaba a violentar sus costumbres, saliendo de casa a menudo, pisando lodo, desafiando la lluvia; se negaba a madrugar mucho, y alegando como si se tratase de cosa santa, las exigencias de la salud, los caprichos de sus nervios. «El madrugar mucho me mata; la humedad me pone como una máquina eléctrica». Esto era humillante para la religión y depresivo para don Fermín; era, de otro modo, un jarro de agua que le enfriaba el alma al Provisor y le quitaba el sueño.
Una tarde entró De Pas en el confesonario con tan mal humor, que Celedonio el monaguillo le vio cerrar la celosía con un golpe violento. Don Fermín bajaba del campanario, donde, según solía de vez en cuando, había estado registrando con su catalejo los rincones de las casas y de las huertas. Había visto a la Regenta en el parque pasear, leyendo un libro que debía de ser la historia de Santa Juana Francisca, que él mismo le había regalado. Pues bien, Ana, después de leer cinco minutos, había arrojado el libro con desdén sobre un banco.
—¡Oh! ¡oh! ¡estamos mal!—había exclamado el clérigo desde la torre: conteniendo en seguida la ira, como si Ana pudiera oír sus quejas. Después habían aparecido en el parque dos hombres, Mesía y Quintanar. Don Álvaro había estrechado la mano de la Regenta que no la había retirado tan pronto como debiera; «¡aunque no fuese más que por estar viéndolos él!». Don Víctor había desaparecido y el seductor de oficio y la dama se habían ocultado poco a poco entre los árboles, en un recodo de un sendero. El Magistral sintió entonces impulsos de arrojarse de la torre. Lo hubiera hecho a estar seguro de volar sin inconveniente. Poco después había vuelto a presentarse don Víctor, el tonto de don Víctor, con sombrero bajo y sin gabán, de cazadora clara, acompañado de don Tomás Crespo, el del tapabocas; los dos se habían ido en busca de los otros y los cuatro juntos se presentaron de nuevo, ante el objetivo del catalejo que temblaba en las manos finas y blancas del canónigo. Don Víctor levantaba la cabeza, extendía el brazo, señalaba a las nubes y daba pataditas en el suelo. Ana había desaparecido otra vez, había entrado en la casa, olvidando a Santa Juana Francisca sobre el banco, y a los dos minutos estaba otra vez allí con chal y sombrero; y los cuatro habían salido por la puerta del parque, que abrió Frígilis con su llave. ¡Iban al campo!
Cuando don Fermín se vio encerrado entre las cuatro tablas de su confesonario, se comparó al criminal metido en el cepo.

- ¿Cómo ha influido su madre en el hecho de ser sacerdote? ¿Qué crees que no quieres decir sutilmente Clarín sobre lo que su madre propone a las criadas? La escena entre la criada y el Magistral sugiere muchas cosas sobre la relación entre ellos: ¿cuáles? Puedes visionar esta escena en el minuto 22 de la serie de RTVE: LA REGENTA SERIE


Su madre es la que realmente quiere que Fermín se dedique a ser sacerdote, dado que es un trabajo que tiene mucho futuro económico y un gran reconocimiento social, Fermín no tiene vocación a su trabajo pero lo hace porque su madre le conduce a ello, es más, para que se centre en sus cosas le ofrece conceder algunas de sus tentaciones y deseos, es por esto mismo que es requisito que las críadas duerman en la habitación de al lado e intenten provocarlo, dado que así el podrá satisfacer sus deseos sexuales y se podrá centrar mejor en su trabajo y ascender en la cadena religiosa. 

En casa el Magistral era el señorito. Así le nombraba el ama delante de los criados y era el tratamiento que ellos le daban y tenían que darle.

A doña Paula, que no siempre había sido señora, le sonaba mejor el señorito que un usía. Las doncellas de doña Paula venían siempre de su aldea; las escogía ella cuando iba por el verano al campo. Las conservaba mucho tiempo. La condición de dormir cerca del señorito, por si llamaba, se les imponía con una naturalidad edemíaca. Ni las muchachas ni el Magistral habían opuesto nunca el menor reparo. Los ojos azules, claros, sin expresión, muy abiertos, de doña Paula, alejaban la posibilidad de toda sospecha; por los ojos se le conocía que no toleraba que se pusiese en tela de juicio la pureza de costumbres de su hijo y la inocencia de su sueño; ni al mismo Provisor le hubiera consentido media palabra de protesta, ni una leve objeción en nombre del qué dirán. ¿Qué habían de decir? Allí la castidad de ella, que era viuda, y la de su hijo, que era sacerdote, se tenían por indiscutibles; eran de una evidencia absoluta; ni se podía hablar de tal cosa. «Don Fermín continuaba siendo un niño que jamás crecería para la malicia». Este era un dogma en aquella casa. Doña Paula exigía que se creyera que ella creía en la pureza perfecta de su hijo. Pero todo en silencio.
Teresina entró abrochando los corchetes más altos del cuerpo de su hábito negro (de los Dolores) y en seguida ató cerca de la cintura en la espalda el pañuelo de seda también negro que le cruzaba el pecho.
—¿Qué quería el señorito? ¿se siente mal? ¿traeré ya el café?
—¿Yo?... hija mía... no... no he llamado.
Teresina sonrió. Se pasó una mano mórbida y fina por los ojos, abrió un poco la boca, y añadió:
—Apostaría... haber oído....
—No, yo no. ¿Qué hora es?
Teresina miró al reloj que estaba sobre la cabeza del Magistral. Le dijo la hora y ofreció otra vez el café, todo sonriendo con cierta coquetería, contenida por la expresión de piedad que allí era la librea.
—¿Y madre?—Duerme. Se acostó muy tarde. Como están con las cuentas del trimestre....
—Bien; tráeme el café, hija mía.
Teresina, antes de salir, puso orden en los muebles, que no pecaban de insurrectos, que estaban como ella los había dejado el día anterior; también tocó los libros de la mesa, pero no se atrevió con los que yacían sobre las sillas y en el suelo. Aquéllos no se tocaban. Mientras Teresina estuvo en el despacho, el Magistral la siguió impaciente con la mirada, algo fruncido el entrecejo, como esperando que se fuera para seguir trabajando o meditando.
Hasta que tuvo el café delante no recordó que él solía decir misa; que era un señor cura. ¿La tenía? ¿Había prometido decirla? No pudo resolver sus dudas. Pero la seguridad con que Teresa procedía le tranquilizó.
Ni doña Paula ni Teresa olvidaban jamás estos pormenores. Ellas eran las encargadas de oír la campana del coro, de apuntar las misas, de cuanto se refería a los asuntos del rito. De Pas cumplía con estos deberes rutinarios, pero necesitaba que se los recordasen. ¡Tenía tantas cosas en la cabeza! Sus olvidos eran dentro de casa, porque fuera se jactaba de ser el más fiel guardador de cuanto la Sinodal exigía, y daba frecuentes lecciones al mismo maestro de ceremonias.
Tomó el café y se levantó para dar algunos paseos por el despacho; quería distraerse, sacudir aquellos pensamientos importunos que no le permitían adelantar en su trabajo.
Teresina entraba y salía sin pedir permiso, pero andaba por allí como el silencio en persona; no hacía el menor ruido. Llevó el servicio del café, volvió a buscar un jarro de estaño y el cubo del lavabo; entró de nuevo con ellos y una toalla limpia. Entró en la alcoba, dejando las puertas de cristales abiertas, y se puso a levantar la cama, operación que consistía en sacudir las almohadas y los colchones, doblar las sábanas y la colcha y guardarlas entre colchón y colchón, tender una manta sobre el lecho y colocar una sobre otras las almohadas sacudidas, pero sin funda. El Magistral dormía algunos días la siesta, y doña Paula, por economía, le preparaba así la cama. Hacerla formalmente hubiera sido un despilfarro de lavado y planchado.
Don Fermín volvió a sentarse en su sillón. Desde allí veía, distraído, los movimientos rápidos de la falda negra de Teresina, que apretaba las piernas contra la cama para hacer fuerza al manejar los pesados colchones. Ella azotaba la lana con vigor y la falda subía y bajaba a cada golpe con violenta sacudida, dejando descubiertos los bajos de las enaguas bordadas y muy limpias, y algo de la pantorrilla. El Magistral seguía con los ojos los movimientos de la faena doméstica, pero su pensamiento estaba muy lejos. En uno de sus movimientos, casi tendida de brazos sobre la cama, Teresina dejó ver más de media pantorrilla y mucha tela blanca. De Pas sintió en la retina toda aquella blancura, como si hubiera visto un relámpago; y discretamente, se levantó y volvió a sus paseos. La doncella jadeante, con un brazo oculto en el pliegue de un colchón doblado, se volvió de repente, casi tendida de espaldas sobre la cama. Sonreía y tenía un poco de color rosa en las mejillas.
—¿Le molesta el ruido, señorito?
El Magistral miró a la hermosa beata que en aquel momento no conservaba ningún gesto de hipocresía. Apoyando una mano en el dintel de la puerta de la alcoba, dijo el amo sonriente como la criada:
—La verdad, Teresina... el trabajo de hoy es muy importante. Si te es igual, vuelve luego, y acabarás de arreglar esto cuando yo no esté.
—Bien está, señorito, bien está—respondió la criada, muy seria, con voz gangosa y tono de canto llano.
Y con mucha prisa, haciendo saltar la ropa cerca del techo, acabó de levantar la cama y salió de las habitaciones del señorito.


                  - Don Álvaro Mesía: 

-¿A qué clase social representa en la novela?.
Mesía es el líder del partido liberal y el propietario del Casino, por lo que representa a la alta esfera política.
-¿Por qué quiere conquistar a la Regenta?¿Está realmente enamorado de ella?.

La regenta es como un capricho para él, la quiere solo para complacer sus deseos sexuales, es por esto que la única relación que hay entre ellos es un amor físico y no espiritual, a Mesía no le importan nada los demás y hará y se servirá de lo que sea con tal de cumplir y satisfacer sus fines y conseguir su gran premio, Ana Ozores.

                    - Don Víctor Quintanar: 

- ¿Cómo es su relación con su mujer?¿La satisface sexualmente?

Es una relación que claramente no funciona ni podrá funcionar, la edad de Don Víctor es mucho mayor a la de la Regenta y como resultado él tiene unos gustos y unas costumbres que a ella no la pueden gustar, por otra parte y debido a su edad no la complace sexualmente y no le da ese amor físico que es tan necesario en la relación.

                     5.2.3- Temas: Igual que hemos visto en Fortunata y Jacinta, en La Regenta hay dos planos: uno personal y otro social que le sirve de fondo:

                     - Conflictos personales: 

  - ¿Por qué fracasan todas las relaciones sentimentales de la obra: Ana-el Fermín de Pas; Ana-Álvaro Mesía; Ana-Víctor Quintanar?.

Todos fracasan por la falta de amor espiritual o físico entre otras.

Ana-Fermín: el amor que siente el uno del otro es muy diferente, ella busca el amor espiritual y él el físico, por lo tanto no coinciden, además de que Ana se ve seducida por Mesía y no por Fermín al que ignora en esos ámbitos por completo.

Ana-Mesía: el amor que sienten los dos es un amor físico, con la diferencia de que Ana está enamorada de él, pero el solo la quiere para lo que la quiere, complacerse sexualmente y dejarla tirada. Es una relación en la que no está presente el amor espiritual.

Ana-Víctor: es una relación muy complicada, dado que la edad de Víctor le impide satisfacer sexualmente a Ana, por lo tanto es una relación en la que el amor físico es inexistente y por ende difícil. 

                     - Conflictos sociales: 

   -  ¿Qué tipo de ciudad española simboliza Vetusta? Busca en el diccionario el significado de "vetusto" y di por qué crees que Clarín la llamó así?.

Vetusta es la ciudad inventada por Clarín basada en la ciudad de Oviedo, ''vetusto'' significa extremadamente viejo, el motivo o la intención que tuvo Clarín era la representación de una ciudad conservadora que se basase en cosas antiguas, es por en la ciudad seguía teniendo mucha importancia la nobleza y el clero, porque persiste el Antiguo Régimen.


   - Opinión sobre la Iglesia: Lee el siguiente fragmento y contesta las preguntas:  ¿Los miembros del coro de la Catedral tienen auténtica vocación o rezan como si fuera una obligación laboral? ¿Se llevan bien entre ellos? ¿Qué crees que critica Clarín de la Iglesia?.

Los miembros del coro están aburridos y desanimados por el trabajo tan monótono que tienen, no se sienten agusto, puesto que siempre son los mismos cánticos con el mismo proceso y eso puede que un principio no les molestase pero ahora se les hace aburrido y eterno, por lo que podríamos decir que lo hacen para ganarse el pan, no por propia vocación. 

Hay algunos que ni si quieran hablan entre ellos y otros que hacen hasta bromas, lo que nos da a entender que cada uno tiene sus relaciones con cada uno, no es algo fijo o estipulado.

Creo que Clarín pretende criticar el que los que se dediquen a la religión no se lo tomen como una vocación, si no como un trabajo para sacar dinero y reconocimiento.


El coro había terminado: los venerables canónigos dejaban cumplido por aquel día su deber de alabar al Señor entre bostezo y bostezo. Uno tras otro iban entrando en la sacristía con el aire aburrido de todo funcionario que desempeña cargos oficiales mecánicamente, siempre del mismo modo, sin creer en la utilidad del esfuerzo con que gana el pan de cada día. El ánimo de aquellos honrados sacerdotes estaba gastado por el roce continuo de los cánticos canónicos, como la mayor parte de los roquetes, mucetas y capas de que se despojaban para recobrar el manteo. Se notaba en el cabildo de Vetusta lo que es ordinario en muchas corporaciones: algunos señores prebendados no se hablaban; otros no se saludaban siquiera. Pero a un extraño no le era fácil conocer esta falta de armonía: la prudencia disimulaba tales asperezas, y en conjunto reinaba la mayor y más jovial concordia. Había apretones de mano, golpecitos en el hombro, bromitas sempiternas, chistes, risas, secretos al oído. Algunos, taciturnos, se despedían pronto y abandonaban el templo; no faltaba quien saliera sin despedirse.

     - Opinión sobre la burguesía y la nobleza: Lee el siguiente fragmento y contesta preguntas:  ¿Se llevan mal la nobleza y la burguesía?¿Por qué Ana no se podrá casar con un noble? ¿A qué debe aspirar?.

La nobleza y la burguesía no se llevan mal, que tampoco perfectamente, si no que hacen pactos entre ellos, por la simple razón de que ambos se benefician de algo, unos tienen la riqueza y otros tienen los títulos.

Ana era una persona pobre por lo tanto aunque pudiera tener relaciones sexuales con cualquier noble no podría casarse, dado que no les daría ningún beneficio.

Ana debe aspirar a los burgueses ricos, dado que ellos le pueden dar riqueza mediante el matrimonio y le será fácil encontrar uno que quiera contraerlo con ella, dado que es una mujer hermosa.

 Las señoritas nobles no envidiaban mucho a Anita, porque era pobre. Para ellas la hermosura era cosa secundaria; daban más valor a la dote y a los vestidos, y creían que las proporciones—los novios aceptables—harían lo mismo. Sabían a qué atenerse. En las tertulias, en los bailes, en las excursiones campestres no le faltarían a la sobrina adoradores; los muchachos de la aristocracia eran casi todos libertinos más o menos disimulados; les atraería la hermosura de Ana, pero no se casarían con ella. Cada niña aristócrata no necesitaba más cuidado que prohibir a su novio formal—el futuro esposo—hacer el amor a la huérfana, a lo menos en presencia de su futura. Si Anita se descuidaba, pensaban las herederas, podía verse comprometida sin ninguna utilidad. Dentro de la nobleza no era probable que se casara. Los nobles ricos buscaban a las aristócratas ricas, sus iguales; los nobles pobres buscaban su acomodo en la parte nueva de Vetusta, en la Colonia india, como llamaban al barrio de los americanos los aristócratas. Un indiano plebeyo, un vespucio—como también los apellidaban—pagaba caro el placer de verse suegro de un título, o de un caballero linajudo por lo menos.
El cálculo de las tías respecto al matrimonio de Ana no se había modificado a pesar de la gran hermosura de su sobrina. Por guapa no se casaría con un noble; era preciso abdicar, dejarla casarse con un ricacho plebeyo. Entre tanto, se necesitaba mucha vigilancia y tener advertida a la niña.



-  Lee el siguiente fragmento situado al final de la novela cuando ya se ha desencadenado todo y contesta a las preguntas: ¿Les había alegrado a los vetustenses que la Regenta cayera en el adulterio y sus posteriores consecuencias? ¿Lo reconocían o fingían escándalo y horror? ¿Por qué crees que reaccionan así? ¿Qué característica de la sociedad crítica Clarín con esto?.



A la población le gustaba que la Regenta hubiera hecho eso, dado que les parecía que rompía la monotonía en la que estaba sumida la ciudad de Vetusta. Pero a pesar de que les daba un leve placer, lo ocultaban fingiendo horror y escándalo pues la tienen envidia y se han dado cuenta de que todos somos iguales y caemos en los mismos errores, lo que por fin rompía la diferencia entre Ana y los demás a la visión social de Vetusta.

Clarín pretende criticar la hipocresía y la envidia que tenía la sociedad de la época.

Vetusta la noble estaba escandalizada, horrorizada. Unos a otros, con cara de hipócrita compunción, se ocultaban los buenos vetustenses el íntimo placer que les causaba aquel gran escándalo que era como una novela, algo que interrumpía la monotonía eterna de la ciudad triste. Pero ostensiblemente pocos se alegraban de lo ocurrido. ¡Era un escándalo! ¡Un adulterio descubierto! ¡Un duelo! ¡Un marido, un ex-regente de Audiencia muerto de un pistoletazo en la vejiga! En Vetusta, ni aun en los días de revolución había habido tiros. No había costado a nadie un cartucho la conquista de los derechos inalienables del hombre. Aquel tiro de Mesía, del que tenía la culpa la Regenta, rompía la tradición pacífica del crimen silencioso, morigerado y precavido. «Ya se sabía que muchas damas principales de la Encimada y de la Colonia engañaban o habían engañado o estaban a punto de engañar a su respectivo esposo, ¡pero no a tiros!». La envidia que hasta allí se había disfrazado de admiración, salió a la calle con toda la amarillez de sus carnes. Y resultó que envidiaban en secreto la hermosura y la fama de virtuosa de la Regenta no sólo Visitación Olías de Cuervo y Obdulia Fandiño y la baronesa de la Deuda Flotante, sino también la Gobernadora, y la de Páez y la señora de Carraspique y la de Rianzares o sea el Gran Constantino, y las criadas de la Marquesa y toda la aristocracia, y toda la clase media y hasta las mujeres del pueblo... y ¡quién lo dijera! la Marquesa misma, aquella doña Rufina tan liberal que con tanta magnanimidad se absolvía a sí misma de las ligerezas de la juventud... ¡y otras!
Hablaban mal de Ana Ozores todas las mujeres de Vetusta, y hasta la envidiaban y despellejaban muchos hombres con alma como la de aquellas mujeres. Glocester en el cabildo, don Custodio a su lado, hablaban de escándalo, de hipocresía, de perversión, de extravíos babilónicos; y en el Casino, Ronzal. Foja, los Orgaz echaban lodo con las dos manos sobre la honra difunta de aquella pobre viuda encerrada entre cuatro paredes.
Obdulia Fandiño, pocas horas después de saberse en el pueblo la catástrofe, había salido a la calle con su sombrero más grande y su vestido más apretado a las piernas y sus faldas más crujientes, a tomar el aire de la maledicencia, a olfatear el escándalo, a saborear el dejo del crimen que pasaba de boca en boca como una golosina que lamían todos, disimulando el placer de aquella dulzura pegajosa.
«¿Ven ustedes? decían las miradas triunfantes de la Fandiño. Todas somos iguales».



    - Lee el siguiente fragmento y contesta a las preguntas: ¿Qué sistema político representan Don Álvaro y el Marqués de Vegallana? (recuerda lo que viste del caciquismo en el contexto histórico). ¿Había alguna diferencia si gobernaban unos u otros?



Ambos representan el turnismo, Mesía era el líder del partido liberal mientras que Vegallana era el líder del partido conservador, estos se turnaban el mandato y no había ninguna diferencia, pues ambos mantienen las cosas según las tiene el otro mientras que añade más cambios, es un sistema en el que lo único que les importa a los partidos es tener el reconocimiento del mandato. Por eso se dice que mientras que los ''soldados'' luchan, los jefes se entienden, porque al fin y al cabo hacen lo mismo.

El marqués de Vegallana era en Vetusta el jefe del partido más reaccionario entre los dinásticos; pero no tenía afición a la política y más servía de adorno que de otra cosa. Tenía siempre un favorito que era el jefe verdadero. El favorito actual era (¡oh escándalo del juego natural de las instituciones y del turno pacífico!) ni más ni menos, don Álvaro Mesía, el jefe del partido liberal dinástico. El reaccionario creía resolver sus propios asuntos y en realidad obedecía a las inspiraciones de Mesía. Pero este no abusaba de su poder secreto. Como un jugador de ajedrez que juega solo y lo mismo se interesa por los blancos que por los negros, don Álvaro cuidaba de los negocios conservadores lo mismo que de los liberales. Eran panes prestados. Si mandaban los del Marqués, don Álvaro repartía estanquillos, comisiones y licencias de caza, y a menudo algo más suculento, como si fueran gobierno los suyos; pero cuando venían los liberales, el marqués de Vegallana seguía siendo árbitro en las elecciones, gracias a Mesía, y daba estanquillos, empleos y hasta perbendas.
Así era el turno pacífico en Vetusta, a pesar de las apariencias de encarnizada discordia. Los soldados de fila, como se llamaban ellos, se apaleaban allá en las aldeas, y los jefes se entendían, eran uña y carne. Los más listos algo sospechaban, pero no se protestaba, se procuraba sacar tajada doble, aprovechando el secreto.